Mucho sea dicho, del porque la gente sale a la calle a comer, sin duda la gente busca placer y disfrute, más allá del precio que puedan pagar.
Es un hecho que comer es una necesidad fundamental para mantenernos con vida, siendo este proceso regulado por nuestro cerebro, que responde a complejos factores culturales, tales como los hábitos, tradiciones culinarias, arrastre familiar, la creatividad e inclusive hasta la ciencia, pero además nos produce un importante efecto: Nos brinda placer. Al comer ciertos alimentos nuestro cerebro produce dopamina, un neurotransmisor responsable de hacernos sentir placer, satisfacción y la sensación de recompensa.
Más allá de los estudios y comportamientos del consumidor, existe un arrastre tradicional de comer en las noches en los “Agachaditos”, (carretillas, puestos improvisados) ubicados en las calles, frente a mercados, universidades, avenidas, paraderos y hasta boulevares, sin duda gran parte de la población sabe que es comer en una banca, parado o apegaditos, frente a una carreta pidiendo un poco más de ají, salsita, miel, una papita, camotito que pica, y la final su chicha y su servilletón.
Recuerdo mucho mi niñez cuando mi padre nos llevaba al mercado central y veíamos como el chino que vendía su chifa en la calle (ahora calle Capón) hacia volar los fideos antes de servirlos en el plato o la venta del pescado frito, con tremendo fogón, y que decir de los anticuchos, su mayor atractivo el estilo de venderlos, siempre con lindas palabras amorosas, sin duda los “agachaditos” han estado siempre en nuestras vidas.
Algunos historiadores, señalan que la venta de comida ambulatoria ahora en nuestros días los “Agachaditos” se habrían generado como un autoempleo de los mestizos, negros, zambos, mulatos, los indios y hasta los inmigrantes asiáticos, todos con un tipo distinto de venta de comidas, es evidente que la comida que se expende ahora, está relacionada mucho a las razas.
Hacer una diferenciación si comemos en los agachaditos o en un restaurante la misma prestación del servicio, puede ser que tengamos algunas críticas, sin duda miremos las oportunidades que se nos presentan, que atrae más de la venta de anticuchos, un local con muisca, mesas acogedoras, atención personalizada, vista a la parrilla con el cocinero, el humo que se retira por una chimenea, paredes pintadas, 03 tipos de ajíes y servido en un plato con fondo blanco con tenedor y cuchillo.
Ahora la misma prestación en una carreta en la calle o esquina donde observas como fríen los anticuchos, el humo que se disipa en el ambiente y se te impregna en tu ropa, 02 tipos de ajíes y comiendo sentado frente a la carreta servido en un plato con su panquita con unos palitos, sin duda, la prestación de este servicio en ambos casos es que sientas placer y tu recompensa es tu disfrute, mas allá de tu ansiedad en ambos casos, pasa por tu estado mental y como deseas sentirte.
Podemos señalar que las comidas que se expenden en los “Agachaditos”, tienen estrecha relación con nuestras tradiciones, la cuales son parte de la construcción del éxito de la Gastronomía que hoy en día, es exitosa y reconocida a nivel mundial y gracias a estos emprendedores de la calle, que continúan con su tarea de mantener viva esta tradición popular de ofertar un sabor de antaño, sin duda es un placer disfrutar unos anticuchos con su pancita y rachi, acompañada de sus papitas, su elegante choclo y su ají por su puesto, unos crocantes picarones con su miel tradicional, un caldo de gallina mínimo con su octava parte de la presa acompañado de su rocoto en rodajas, y que decir de un buen ceviche de pescado blanco o mixto picantito con su infaltable camotito dulce, y sus dientes de choclo. Todos tienen un espacio en nuestras vidas.